¿Por qué en invierno el coche se queda sin frenos?

Todos los conductores sabemos bien que la llegada del invierno supone una época en la que debemos ser especialmente prudentes en la carretera. No solo porque el hielo, la nieve y el menor número de horas de luz al día hace que los riesgos al volante se multipliquen, sino también porque el frío es un duro enemigo de la mecánica de nuestro vehículo. Especialmente importante es estar atentos a cómo afecta el invierno a los frenos del coche.

Como podrás imaginar, las bajas temperaturas propias del invierno inciden drásticamente en la manera en la que el sistema de frenos de nuestro vehículo ejerce su cometido. Y eso es algo que hay que tener presente en todo momento mientras estamos conduciendo.

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¿Qué efectos tiene el frío en los frenos del coche?

Del mismo modo que nosotros, los seres humanos, notamos la llegada del invierno en nuestra salud (resfriados, dolores de articulaciones, etc.), los coches también se ven seriamente afectados con la bajada de temperatura que experimentan los termómetros en dicha época del año. Especialmente en lo que respecta al sistema de frenos, uno de los componentes más importantes (y delicados) del vehículo. Entender cómo el frío afecta a los frenos del coche en invierno es la mejor forma de estar preparados ante cualquier eventualidad que nos pueda suceder conduciendo.

Por eso, a continuación, vamos a repasar algunos de los principales efectos que las bajas temperaturas pueden tener en los frenos de nuestro coche. Toma nota:

  • Rotura de tubos y mangueras: el líquido de frenos juega un papel importantísimo en el correcto funcionamiento del sistema de frenado de un coche convencional. Dicho líquido es el encargado de transmitir, a través de una serie de tubos y mangueras, la presión a las pinzas de frenos, con las que logramos reducir la velocidad del vehículo. En invierno, debido al frío intenso, esos tubos y mangueras pueden sufrir roturas, dando lugar a fugas del líquido de frenos, y dejando el sistema de frenado del coche seriamente comprometido. Y es que, sin presión de frenos, el coche no frenará adecuadamente, y necesitará de una mayor distancia para aminorar la velocidad y detenerse. Algo que puede dar como resultado un serio accidente.
  • Corrosión: la humedad ambiental propia de las fechas invernales puede ocasionar problemas de corrosión en algunas piezas de nuestro vehículo. En el caso del sistema de frenos, los conectores eléctricos que lo controlan suelen ser los más propensos a padecer la corrosión. Ni que decir tiene que, componentes en mal estado es sinónimo de pérdida de rendimiento y de un mayor probabilidad de sufrir un fallo en los frenos que comprometa la seguridad del conductor y del resto de ocupantes del vehículo.
  • Suciedad: las precipitaciones habituales de los meses de invierno generan mucha suciedad (especialmente, barro y lodo) en el asfalto. Esa suciedad acostumbra a depositarse también en las ruedas y, por consiguiente, también en los frenos. Unos frenos sucios equivalen a una menor eficacia de frenado, lo que puede suponer un peligro al conducir.

En las carreteras, y especialmente en invierno, el 100% de seguridad no existe. Pero sí podemos acercarnos mucho, si tenemos bajo controlo todos los aspectos que estén en nuestra mano. Y el mantenimiento del vehículo es uno de ellos.

Antes de la llegada del invierno, es conveniente hacer una pequeña visita al taller, para que mecánicos especializados echen un vistazo a los componentes más importantes del coche, prestando especial atención a elementos críticos como los neumáticos y el sistema de frenos. Así, nos evitaremos más de un susto en la carretera. Además, se trata de una pequeña inversión, que puede ahorrarnos una factura mucho mayor (tanto económica como en salud) si llegásemos a sufrir un accidente por no haber puesto a punto nuestro coche a tiempo.

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